Nectario Andrade Labraca Homenaje

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Palabras Preliminares

 

Este libro, Ensayos de Derecho Administrativo, ha sido preparado como homenaje, en la vecindad de sus noventa años, al doctor Nectario Andrade Labarca, distinguido hombre público. Su actividad se ha desarrollado, fundamentalmente, en el sector público, destacando, por su duración, la materializada en el mundo de la academia y, más concretamente, en el de La Universidad del Zulia. En 1942, recién obtenidos los Títulos de Doctor en Ciencias Políticas y Abogado, ingresó, antes de la Reapertura, en la vieja Escuela de Derecho de Maracaibo, para regentar  la cátedra de Derecho Administrativo. Designado Decano de la Facultad de Derecho en 1958, ocupó dicho cargo hasta 1969, en virtud de haber sido electo en 1959 y reelecto en 1962

1965. Al dejar el Decanato, entre 1969 y 1974 se le concedió un permiso

 Sin remuneración. Una vez concluido el mismo, regresó a la Universidad. Donde permaneció activo hasta el 31 de octubre de 1983, fecha en la cual

Comenzó a disfrutar del beneficio de la jubilación, sin que ello obstara para que siguiera prestando su colaboración en varias actividades, tales como conferencias, director y jurado de tesis de grado.

 

Durante su permiso sin remuneración se trasladó a Caracas, donde desempeñó las carteras de Justicia, Trabajo y Relaciones Interiores. 

Interinamente ocupó la de Educación y, en varias oportunidades, actuó como Presidente Encargado de la República, siendo el primer zuliano en haber ejercido tal posición.

 

Como legislador, fue electo, siempre por el estado Zulia, Diputado Suplente a la Asamblea Nacional Constituyente (1946), al Congreso de la República (1947, 1952, 1958 y 1963). En el ámbito regional, a la Asamblea Legislativa en 1958, donde estuvo incorporado, con permiso, en sus inicios como Decano, por espacio de un mes.

 

En el campo municipal, al final de su hasta ahora larga vida, fue electo Concejal del Distrito Maracaibo y participó en numerosas comisiones de estudio.

 

En el Poder Judicial tuvo fructífera actuación: fue Juez de los Municipios Santa Lucía y Cristo de Aranza (ambos del Distrito Maracaibo, 1939-1942 y 1942-1945, en su orden); del Distrito Maracaibo (1945-1946); Ministro de la Corte Superior del estado Zulia (1946-1947) y de la Corte Superior en lo Civil y Mercantil de la misma entidad federal (1949-1952). Finalmente, fue designado Magistrado Suplente de la Corte Suprema de Justicia (1963).

 

En 1982, en la oportunidad de sus cuarenta años como Profesor, el Consejo Universitario de La Universidad del Zulia acordó la publicación de una obra en su honor, acuerdo que se materializó en 1985: Estudios Jurídicos, Libro Homenaje a Nectario Andrade Labarca, en dos tomos, donde se reunieron diecisiete colaboraciones.

 

En 1994 se le dio su nombre al Centro de Asistencia Jurídica Social que funciona en la misma Casa de Estudios. En noviembre de 2003, la Junta Directiva del Tribunal Supremo de Justicia, a propuesta de la Fundación Gaceta Forense, y en atención a los numerosos méritos de su ejemplarizante vida, dedicada a la docencia y al servicio del país, decidió la publicación de este Libro para rendirle tributo.

 

Como complemento de esta brevísima nota biográfica, cabe mencionar que contrajo matrimonio con la señora Irma Elena Rodríguez Vílchez, el 18 de agosto de 1944, unión bendecida con nueve hijos. Se festeja con esta obra, pues, la extraordinaria conjunción, en un hombre, de diversas virtudes: brillante profesor y hombre público, excelente esposo, buen padre de familia y cristiano a carta cabal. Un personaje, en síntesis, de quien Venezuela tiene motivos suficientes para sentirse orgullosa.

 

El libro que se le dedica consta de cincuenta y dos estudios —todos sobre la materia a la cual el distinguido Profesor ha dedicado sus desvelos— cuyos autores laboran en once instituciones universitarias, públicas y privadas, ubicadas a lo largo de la geografía del país. Doce de ellos, es conveniente señalarlo, prestan sus servicios en este Tribunal Supremo de Justicia, dos de ellos como Magistrados, otros como profesionales y una que trabaja en la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.

 

Nos queda agradecerle su colaboración a quienes contribuyeron a la actualización de este libro y a quienes, cualesquiera fueran las razones que se lo impidieron, no pudieron hacerlo. Deseamos, finalmente, que la publicación de Ensayos de Derecho Administrativo, Libro Homenaje a Nectario Andrade Labarca, sea acogida por su destinataria, la comunidad jurídica, con el mismo interés con que ha recibido nuestras otras publicaciones.

 

Caracas, l de marzo de 2004

 

Iván Rincón Urdaneta

Presidente del Tribuna Supremo de Justicia.

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¿Por qué Nectario Andrade no fue candidato?
 
Texto: Ramón Alberto Escalante

En su época estelar, Rafael Caldera tuvo dos delfines, o preferidos para la sucesión. Lorenzo Fernández, quien perdió la salud y el entusiasmo con la derrota electoral de 1973 y Nectario Andrade Labarca, el segundo hombre del primer gobierno, quien además de sus méritos personales contaba con el respaldo de la primera seccional nacional de Copei, el Zulia.

Caldera, que lideraba a Copei sin rivales, buscaba afanosamente una figura para atravesarla en el camino de Luis Herrera Campins, el precandidato a quien venía bloqueando desde mucho atrás. De habérselo propuesto, Andrade Labarca habría disputado con mucha opción esa candidatura, que equivalía al cincuenta por ciento de probabilidades para ser electo, simplemente por la alternancia bipartidista de entonces.

Nectario Andrade Labarca, un político versátil y de gran prestigio, aunque de temperamento retraído y notable humildad, también mitineaba fogosamente, sabía redactar y tenía un recio carácter. Había sido juez, docente, decano de derecho y mantenía una influencia determinante en la seccional zuliana, donde cada aspirante a diputado, senador, juez o funcionario, debía contar con su aquiescencia, o por lo menos, con su visto bueno. Hubiera sido una buena opción para el país, especialmente porque la tragedia histórica ya había propiciado las peores candidaturas en AD.

Nectario Andrade no quiso pagar el insoportable peaje del camino a Miraflores. El viacrucis de Rómulo Betancourt, quien para ser caudillo y presidente sacrificó la salud, los amigos, sus estudios de derecho y la familia. No tenía esa coraza del hombre obsesionado por el poder, como Caldera, quien al final de su vida terminaría sin herederos políticos, sin sus compañeros de siempre, sin su partido y sus ideales, con el amargo gusto de haberlo perdido todo para lograr su cometido.

Nectario Andrade no quiso transitar el camino al poder total que incluye una vida de circo, entre la soledad y el ruido, sin derecho a la vida privada, y con la familia generalmente apartada. No es casualidad que en toda nuestra historia, y particularmente desde 1958, la mayoría de presidentes venezolanos hayan sido divorciados, separados de sus esposas o con una conflictiva situación sentimental.

La clave de sus prioridades pudo estar en la noción que tenía de la familia, como lo más sagrado y fundamental del ser humano. Porque Nectario Andrade nació pobre y desplazado, con su padre preso en la isla de San Carlos, y esa visión del infortunio lo marcó para siempre. De allí el hombre que disfrutó profundamente cada instante en su hogar, de la docencia y la actividad intelectual mientras se fastidió con las ceremonias, saraos, besamanos y protocolos de la vida pública.

Incluso en su época de mayor influencia, cuando tanto dependía de su favor, trataba de mostrarse lo más espartano y frugal posible, con un modestísimo despacho en su casa, sin secretarias ni guardaespaldas, a ratos cautivado por el ejemplo de Carlos V, el ultracatólico rey español quien reinando sobre medio mundo dormía todas las noches en el frío piso para recordar su condición mortal.

Nadie de su mentalidad cabe en la política tropical que suele ser una cosa alucinante e irreal. Con el candidato de pueblo en pueblo repitiendo los mismos discursos, las mismas respuestas, las mismas poses, una y otra vez, como en un carrusel. En el camino no duerme, ni piensa, ni comparte, y queda cercado por su corte, gente por lo general también sin familia ni vida íntima. La resultante ha sido el enorme fiasco de cada gobierno, con la enorme desconexión, la paradójica soledad y la incapacidad de ver más allá de lo que piensa el pequeño círculo del poder.

El tema es propicio para plantear una redimensión de la actividad política en Venezuela. Convendría incluso redactar un estatuto del calendario político que obligue a los presidentes, candidatos, líderes y dirigentes a tomar vacaciones, a rodar por carretera con la familia, a llevar una vida normal. Parte del desgaste que sufrimos proviene de los niveles de irracionalidad de ese modelo. Sostengo que el estadista, como el funcionario, el representante y el administrador público necesitan reposo, sobriedad; que no es ocio, ni francachela, ni juerga, pero sí relax, para meditar, decidir y recapacitar.

Entre 1994 y 1998, cuando accidentalmente Caldera volvió al poder, Andrade pudo haberse erigido en el gran postulador de cargos, contratos y prebendas del Zulia, porque aquel gobierno careció siempre de partido y gente que decidiera. Pero voluntariamente se replegó y escogió el bajo perfil, casi el silencio, adelantando su retiro de la vida pública.

El sabio José María Vargas, al ser postulado en 1834, rogaba que lo dejaran en su laboratorio. Entre 1863 y 1868, el presidente Juan Crisóstomo Falcón abandonó Caracas, delegó las funciones de gobierno, y se recluyó en su Paraguaná natal, agobiado por la nostalgia y el cansancio. Juan Vicente Gómez, para sobrevivir, escapó de la sociedad caraqueña y construyó un recinto infranqueable en Maracay, a donde nadie podía llegar sin previa convocatoria. Arturo Uslar, después de la campaña de 1963, quedó tan arrepentido que jamás aceptó otra candidatura ni que lo mencionaran para interinaria alguna. Alirio Ugarte Pelayo, puesto en la encrucijada de dividir a su partido para lanzarse al ruedo, prefirió volarse la cabeza de un tiro. En 1968, durante la división de AD fueron a buscar a Juan Pablo Pérez Alfonzo y le propusieron que asumiera la candidatura unitaria, porque sólo a su favor declinarían Prieto y Barrios, pero el fundador de la OPEP se negó, exaltado, casi indignado.

Nectario Andrade compartió la zozobra de aquellos. Yo lo traté muy de cerca en los años de su apogeo. Entonces evadía el candente tema de la política interna para hablar de poesía, de cuento y novela, ir puntualmente a la iglesia y velar como un pastor por sus seres queridos. Por encima de los inevitables errores políticos, hoy todos reconocemos que evadió encandilarse por el poder y siempre apostó a la sobriedad.

Se afirma que el poder es afrodisíaco, o estimulante, o embriagante, y que se persigue con obsesión. Cuando en la pequeña crónica aflora un personaje que rompe el guión, como este Nectario Andrade del Zulia, constituye un caso impresionante. No cambió su tranquilidad y la verdadera felicidad por toda la gloria del mundo.

 
 
 

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Acuerdo de duelo de la Gobernacion del Zulia

 

Diario la Verdad

Martes 29 de junio de 2004

Aula abierta del derecho

Falleció Nectario

Andrade .Labarca

 

MSM

 

Casi 87 años de lucha política y brillante desempeño académico deja el zuliano Nectario Andrade Labarca a sus pupilos. Su muerte, acaecida en esta ciudad la noche del pasado domingo tras sufrir una penosa enfermedad, conmueve al gremio de los juristas y deja un vacío entre sus compañeros de afán por alcanzar los propósitos del social cristianismo.

 

Nacido de las entrañas de la Isla de San Carlos, en el municipio Padilla del estado Zulia, en su cátedra de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho de La Universidad del Zulia preparó a hombres que hoy en día se desempeñan en la vida pública, cada uno en su área. Femando Villasmil, Fernando Álvarez Paz, José Rodríguez Iturbe Carlos Altimari y Nelson Carrasquero fueron algunos de sus alumnos.

 

En 1946 participó en la fundación del partido socialcristiano COPEI, al que dedicó gran parte de su vida. Luchó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y fue un forjador de la democracia venezolana, nacida a partir del derrocamiento de éste el 23 de enero de 1958.

 

Desde ese año asumió la conducción del social cristianismo zuliano, siendo junto a  dirigentes como Elio Suárez Romero, Manuel Guanipa Matos y muchos otros un factor importante en el triunfo de Rafael Caldera en las elecciones presidenciales de 1968

 

De la misma manera se desempeñó como diputado al Congreso nacional. En el ejercicio del gobierno asumió los ministerios de Justicia., Trabajo y Relaciones Interiores, siendo varias veces encargado de la Presidencia de la República.

 

Profeta en su tierra

 

Andrade, como digno ejemplo de zulianidad permaneció en el estado hasta el día de su muerte. Su bachillerato lo cumplió en el hoy liceo Baralt de Maracaibo, para luego estudiar en la Escuela de Derecho de Maracaibo dependiente de la Universidad de los Andes, donde obtuvo en 1942 los títulos de doctor en Ciencias Políticas y Abogado de la República. Antes, había sido integrante de la Unión Nacional Estudiantil (UNE), movimiento de jóvenes universitarios fundado en 1936 por Rafael Caldera.

En sucesivas oportunidades ocupó el cargo como decano de la Facultad de Derecho. Ejerció también en el ámbito judicial donde actuó como juez de los municipios Santa Lucía y Cristo de Aranza de Maracaibo  y magistrado de la corte superior del Estado Zulia  

 

UNIVERSAL 07-07-2004

 

Desde Tinajero

 

Rafael Caldera


Nectario

En los tiempos que vivimos, en que experimentamos un verdadero vendaval desatado por los voceros del oficialismo, achacándole hábitos de corrupción a los gobernantes de la democracia "puntofijista", viene a aparecer una figura que pueda considerarse prototipo de esa calumniada democracia puntofijista, por su conducta, por su patriotismo, por su voluntad de servicio.

Falleció en Maracaibo el doctor Nectario Andrade Labarca y su presencia en los cuadros de la opinión pública trae el recuerdo de un hombre que fue ejemplo de virtudes, entregado al deber y dado al cumplimiento de sus compromisos. Nectario fue un hombre humilde, y su humildad lo acompañó durante toda su vida. Se entregó al estudio, hizo una carrera universitaria brillante, a través de la cual culminó lo que había sido la aspiración de toda su vida, el profesorado de la Universidad. En la Universidad se le respetaba. Se le consideraba un verdadero prototipo de las Ciencias Jurídicas y de la docencia universitaria.

Fue fundador de la UNE, la Unión Nacional Estudiantil, semilla del Movimiento Demócrata Cristiano de Venezuela. Fue fundador de Copei y se le consideró un genuino representante de los ideales de la democracia cristiana. Recorrió todos los caminos del Zulia y navegó en piragua de un extremo a otro del lago de Maracaibo, llevando la palabra de la nueva Venezuela. Fue un orador muy estimado en los cuadros de Copei.

Cuando llegamos al Gobierno, en 1968, le pedí que ocupara el Ministerio del Trabajo. Aceptó e hizo una labor reconocida, por su eficacia y por su espíritu de comprensión y de fervoroso énfasis en la paz social.

Después del Ministerio del Trabajo ocupó el Ministerio de Relaciones Interiores, donde cumplió una labor brillante. Durante mis salidas al exterior ocupó la Presidencia de la República y lo hizo con su acostumbrada modestia pero con sólida distinción.

Terminado el período constitucional, no más concluyeron sus labores en el Ministerio de Relaciones Interiores y ya estaba empacando su modesto equipaje para volver a su amada tierra zuliana. No estaría un día más en la capital de la República. Volvió a Maracaibo a su cátedra universitaria, en la cual estuvo hasta el final de sus días, hasta que la salud física le impidió continuar sus labores y tuvo que reducirse a la intimidad de su hogar, el lugar sedentario de visita de todo el que tenía preocupación por los intereses del Zulia. Participó en la campaña electoral que me llevó por segunda vez a la Presidencia de la República y lo hizo con absoluto desinterés. Pronunció unos discursos vibrantes que sirvieron para ratificar el cariño y el respeto que todos los zulianos tenían por su amado Nectario. Su muerte constituye un motivo para recordar que en la democracia "puntofijista" había voluntad de ejercer el gobierno con rectitud impecable y con profundo desinterés. Como él, y aun cuando no estuvieran al mismo nivel donde él llegó, hubo muchos hombres y mujeres que entregaron la pasión de su vida al servicio del pueblo y que fueron a la tumba con la hoja de servicios limpia, en el manejo de los servicios colectivos. Por eso, la muerte de Nectario ha sido una oportunidad para que el espíritu zuliano se manifieste en su calidad genuina. Su nombre será siempre recordado con verdadero sentido de afectuosa veneración. 

 

Caracas, miércoles 07 de julio, 2004

 

El Universal

 

Oswaldo Alvarez Paz

Testimonio inaplazable

 

PRIMERO FUE LA MUERTE de Gonzalo García Bustillos, el hermano Gonzalo o simplemente Gonzalito, como le decíamos cariñosamente en COPEI. Muy pocos días después y casi marcado por el destino de andar juntos en los momentos trascendentes, se nos fue Luciano Valero. Portugueseño el primero, barinés el segundo. Llaneros recios, de una sola pieza. Socialcristianos integrales que llenaron hermosas páginas de la política venezolana desde las filas del partido. En la calle o en la universidad, en la oposición o en el gobierno, en la actividad pública o en la privada, ejemplos de dignidad y coraje, de esos que tanta falta hacen. Debía este obligado desahogo, algo atrasado porque aún no logro asimilar la ausencia de estos dos compañeros de tantas y tan hermosas jornadas. Como si fuera poco, cuando empezábamos a asumir los hechos, se nos muere en Maracaibo, Nectario Andrade Labarca. El decano ejemplar de la Facultad de Derecho que nos formó. El jefe indiscutido e indiscutible del COPEI zuliano, extraordinaria cantera que bajo su dirección le entregó a Venezuela la generación de políticos a la cual pertenezco. En las luchas internas del partido de las tres primeras décadas de democracia, los dos primeros eran "herreristas". Nectario, columna vertebral y símbolo del "calderismo" más ortodoxo, cuando los principios y valores que nos trajeron a la política se mantenían intactos. Pero sin ellos y otros pioneros, cada uno a su manera y desde las posiciones que asumieron, la democracia cristiana venezolana difícilmente hubiera sido la extraordinaria experiencia que resultó ser.

Muchos políticos de hoy están atrapados entre la avidez de poder y las maniobras para alcanzarlo. Aquellos fueron consecuentes consigo mismos y tuvieron una gran autoridad moral. Esa, la que nunca se conserva aferrándose a ella. La que aparece sin buscarla y crece con las pruebas de la vida. Sé que no debemos lamentar lo inevitable, pero algo de nosotros se ha ido con ellos.

oalvarez@telcel.net

 

 

  

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