La humildad irradia
siempre grandeza y amor a Dios.
Nuestra dedicación a los demás debe ser amorosa, humilde, generosa es decir, puesta en práctica de todo corazón.
No hacen falta los ojos de Cristo para reconocerlo en el cuerpo de un mutilado, de un pobre, y bajo su vestimenta sucia.
Nos hacen falta las manos de Cristo para tocar los cuerpos heridos por el sufrimiento y el dolor humano.
La pobreza para nosotros es una elección, mientras que los pobres están obligados a ella.
Cuando mires a la gente debes a ver a Dios en sus ojos. Si están distraídos o avasallados por el mundo, entonces no
podrán ver a Dios con nitidez.
Con frecuencia en la oración cotidiana repitamos: Pureza del Corazón de Jesús, purifica mi corazón.
Si Juzgamos a la gente nos no queda tiempo para amarlos.
Ama hasta que te duela si te duele es una buena señal.
Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a el.
No pares de trabajar, tendrás toda la eternidad para descansar.
Da hasta que te duela y cuando te duela da más.
Da hasta que te duela y cuando te duela da más.
Cada obra de amor llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios.
Jesús es mi Dios, Jesús es mi esposo, Jesús es mi vida, Jesús es mi único amor, Jesús es todo mi ser, Jesús es mi todo.